En la vida cotidiana estamos expuestos a la radiación ultravioleta, que tiene un impacto en nuestro sistema inmunológico, las células epidérmicas y la dermis. Las radiaciones que actúan sobre nuestro cuerpo provocan un envejecimiento acelerado de la piel y pueden contribuir a la aparición de cáncer de piel. Las radiaciones UV se dividen en tres tipos según su longitud de onda y sus propiedades. Los dos rangos principales son : UVB 290 – 320 nm y UVA 320 – 400 nm.
La radiación UVB es la banda responsable del eritema, del desarrollo de rojeces en la piel y de las quemaduras solares. Este tipo de radiación sólo es capaz de llegar a la epidermis, no penetra en la dermis y por tanto no afecta a las fibras de colágeno, elastina y elásticas. Los rayos UVB afectan a la síntesis de melanina, provocando así un bronceado permanente y son responsables de la síntesis de la vitamina D.
Los rayos UVA, por su parte, llegan a las capas profundas de la dermis y, por tanto, si no nos dotamos de la protección adecuada frente a este tipo de radiaciones, pueden provocar daños y alteraciones en el correcto funcionamiento de las células, los vasos sanguíneos y las fibras de colágeno.
Actualmente hay muchos productos en el mercado que están diseñados para proteger nuestra piel contra la radiación UV. Sin embargo, se diferencian unos de otros, por lo que para elegir el adecuado debemos prestar atención a varios datos.
El más importante es el FPS, o Factor de Protección Solar, cuyos valores van de 2 a 50. El FPS determina la relación entre la cantidad de radiación UV que causa una quemadura cuando se utilizan filtros y la cantidad de radiación UV que causa la misma quemadura sin el uso de filtros. La escala se relaciona directamente con la cantidad de tiempo que se puede permanecer expuesto a la luz solar. Sin el uso de un filtro, la piel se quemará después de unos 15 minutos. Cada unidad de FPS representa un múltiplo de este tiempo – FPS = 10 es 10 – 15 minutos = 150 minutos = 2,5 horas.
Los filtros solares que contienen se dividen en químicos y físicos. Se utilizan por separado o como una mezcla. Los protectores solares químicos penetran en la piel, pero sólo en sus capas superiores. Son sustancias químicas que actúan absorbiendo la energía de la luz solar, lo que provoca un cambio temporal en su estructura química. Convierten la peligrosa energía de la radiación UV en energía térmica inofensiva. Cuando las sustancias químicas del filtro vuelven a su forma original, la energía térmica se libera. En los cosméticos que contienen este tipo de filtro, se puede encontrar, por ejemplo, butilmetoxidibenzoilmetano (parsol 1789, es decir, avobenzona) o etilhexilmetoxicinamato, octocrileno, drometrizol trisiloxano que se encuentra bajo los nombres comerciales de silatrisol.
Los filtros minerales (físicos) son compuestos cuyas moléculas son tan grandes que no tienen la capacidad de penetrar en la piel, pero forman una película protectora en la superficie de la piel, una capa que es una barrera para los rayos UV. Actúan reflejando o dispersando la radiación UV, de ahí el nombre de filtros físicos. Su efecto protector no está relacionado con reacciones químicas, sino con el proceso físico de reflexión de la luz. En la producción de filtros físicos se utilizan actualmente, sobre todo, el dióxido de titanio (TiO2) y el óxido de zinc (ZnO). Estos compuestos protegen contra los rayos UVB y contra parte del espectro UVA.
Sólo el uso de varios filtros en un producto cosmético (tanto físicos como químicos) proporciona a la piel una protección adecuada. Lo más frecuente es que se utilicen varios filtros químicos y un filtro físico. Un elemento que aún no ha sido abordado por la mayoría de las empresas productoras de cosméticos es la cantidad de preparado utilizado, por ejemplo, el uso de un protector solar con un FPS de 15 en una cantidad demasiado pequeña hace que el factor de protección baje de 15 a, por ejemplo, 6. Por lo tanto, no hay que “arrepentirse” de la crema. Los cosméticos solares deben contener compuestos con actividad antioxidante, como la vitamina E. Después de tomar el sol, hay que hidratar la piel, utilizando, por ejemplo, mantecas de oliva, babasú o cacao.
Literatura :
T. Mika ” Fisioterapia “. 2ª edición, pp. 90 – 92
“Dermatología y Belleza”, Primavera-Verano 2011, pp. 6, 7, 8
“Salón y Elegancia ” nº 6-7 Junio – Julio 2011, pp. 6 – 9
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